jueves, 20 de diciembre de 2007

«Alumno», por Cristina E P (4ºA)

¡Llegaba tarde al instituto! Me levanté corriendo y mientras salía de mi casa, con la tostada en la boca, me iba abrochando los pantalones. El tren estaba a punto de irse. Entré corriendo y justo las puertas se cerraron. Pero esto no era todo, se me había enganchado la mochila en la puerta del tren y no la podía sacar. En la próxima estación conseguí sacarla, cuando se abrieron las puertas. Pero del estirón que hice me caí al suelo. A la siguiente parada entró mucha gente. Me levanté y un señor se puso a mi lado. El muy mal educado comenzó a toser encima de mí. Me quedé perpleja al ver que no se disculpaba: “¿Es qué nunca le habían enseñado a ser educado?”
Bajé en mi parada y fui corriendo al colegio. Pude escuchar el primer timbre y aceleré más para llegar. Sonó el segundo timbre y es cuando comencé a correr como si fueran los cien metros lisos o si un animal salvaje me persiguiera. El conserje no cerró la puerta, así que pude entrar. Subí las escaleras con grandes pasos, de dos escalones cada paso. Conseguí llegar al tercer piso, pero la puerta ya estaba cerrada. Me apresuré para entrar. Abrí la puerta y justo el profesor decía mi nombre mientras pasaba la lista, tuve suerte. Pasaron dos clases. Después tocaba inglés con el profesor nuevo. A la hora del recreo vi aquel señor del tren, el que tosió encima de mí, en mi instituto. La directora estaba con él y le hacía un gesto para que se abrochara un botón. Me giré para escuchar más atentamente a una amiga y cuando quise volver a ver el hombre ya no estaba. Acabó el recreo y fuimos a clase. Abrimos la puerta y ahí estaba el “mal educado”. Aquél señor que no se tapaba la boca para toser. Era mi nuevo profesor.